…me reafirma la fe en la vida, la alegría de vivir y observar la vida con los ojos de una niña, curiosa y enamorada pero a la vez fuerte y determinada, con la creencia firme de que el desarrollo no necesariamente se traduce en crecimiento, que sí se puede vivir en armonía con la madre naturaleza y que sí se pueden transformar las realidades de los niños y las niñas…

Se llega a la montaña porque se ama ser parte de ella. Se nace en la montaña y la falta de oportunidades te obligan a abandonarla. Pero el amor y los vientos de cañón pueden soplar en cualquier dirección y ponerte en lugares claves e inimaginables, para servir a la vida.
Despertar con el olor a tierra húmeda, el canto de las aves cada mañana, cultivar mis alimentos y aprender cada vez más a entender mi papel y mi relación con la tierra son el regalo más grande que me ha dado este lugar.
Empecé a empatizarme con los procesos de la Junta de Acción Comunal, a sensibilizarme con los niños y las niñas de la vereda que no estaban teniendo una infancia digna, que se les estaba quitando el derecho a aprender, a divertirse y a explorar el mundo y el lugar que habitan, lleno de magia oculta en cada camino, cañada, río o especie.
He observado muy de cerca el abandono estatal para con la comunidad, principalmente los más jovenes. He visto a muchos nativos irse buscando mejores condiciones de vida para ellos y sus familias, cuando las mejores formas de vida y coexistencia se dan acá, en un territorio que lo tiene todo: agua, bosques y tierra fértil para la vida. Territorio en el que fácilmente pueden florecer sistemas integrales que comprendan a todos los seres vivos en una interrelación armónica. Pero que, en su lugar, por la carencia de apoyo gubernamental y la ausencia del sistema educativo tradicional, tiene una serie de problemáticas no ajenas al mundo actual: desplazamiento, desnutrición y estancamiento en el desarrollo intelectual y físico de la niñez.



Ante tal ausencia y la pesadez de saludar día a día niños y niñas en los cafetales (en lugar de estar ellos escribiendo y dibujando lo que su imaginación marque con un lápiz), ante la constante inoperancia estatal, las evasivas a derechos de petición y retrasos en respuestas e incumplimientos a la construcción de una escuela, ante todo esto nos juntamos para pensarnos una manera de ayudarlos, enseñarles y enseñarnos a aprender con ellos, resignificando la palabra Escuela.
Estamos contruyendo espacios de aprendizaje diversos, donde aprendamos cada uno y cada una a leer las realidades que nos atraviesan, para aprender de manera lógica, efectiva e inclusiva a abordarlas.
Queremos crear una realidad en la que quienes hacemos parte del territorio no debamos abandonarlo por falta de garantías a la vida y que, en lugar de esto, creemos lazos sociales cada vez más fuertes, que desemboquen en acciones que fotalezcan una seguridad alimentaria ligada al cuidado y protección del cuerpo como primer territorio y, por ende, de los recursos naturales de los que dependemos.
Que quienes llegan de otros territorios encuentren paisajes con condiciones dignas de trabajo, donde no sean revictimizados y se corten los ciclos de violencia de los que han sido victimas. Que se conserve la tierra para la paz y la vida, donde cada vida valga y merezca ser escuchada y protegida en igualdad de condiciones.
Esta oportunidad que se me da de participar en estos bellos procesos comunitarios y por el bienestar ecosistémico me reafirma la fe en la vida, la alegría de vivir y observar la vida con los ojos de una niña, curiosa y enamorada pero a la vez fuerte y determinada, con la creencia firme de que el desarrollo no necesariamente se traduce en crecimiento, que sí se puede vivir en armonía con la madre naturaleza y que sí se pueden transformar las realidades de los niños y las niñas, convirtiéndolas en semillas de cuidado, amor y reciprocidad con la tierra que los y las ve crecer.